La poesía se metamorfosea en muchas cosas: es espejo, fuente, un llamado, una advertencia, un continuo preguntarse…pero, detrás de todas esas facetas, lo que permanece presente, es su cuota de ser una palabra que nos saca de lo habitual, una palabra que nos invita a la reflexión o al reconocimiento. La palabra poética, de alguna manera, es siempre una sorpresa. Allí está su papel de dardo picante sobre nuestras tranquilidades o su reconfortante mensaje cuando la zozobra de los días nos deja a la intemperie de lo fundamental de la vida. El poema, por ser una palabra inesperada, nos pone en la dimensión de lo imprevisto, de lo asombroso, de lo casual o fortuito que, por lo general, sobrepasa nuestra confiada razón o nuestro arrogante conformismo.